
La historia demuestra cómo los seres humanos necesitan por instinto aderezar lo más sagrado y misterioso de los rituales con elementos de caricatura y humor. Personajes parecidos a payasos figuraban en el antiguo teatro griego y más adelante se integraron en la cultura romana, e incluso en las tribus hopi norteamericanas de Nuevo México con la función de sacerdotes chamánicos: Kokopelli, cuyo apodo, Koko, pudo derivar en la palabra "clown", era en la mitología nativa norteamericana un embustero aficionado a gastar, bromas. Hacia 2500 a. C. había payasos enanos para diversión de la corte de los faraones egipcios, y hacia 300 a. C. Yu Sze, héroe nacional chino, era bufón del emperador. En la Europa feudal los bufones de la corte representaban la conciencia colectiva de la sociedad y constituían al tiempo una válvula de seguridad. Esos privilegiados que se mofaban de la ley eran inmunes a las represalias de reyes y obispos, y gozaban de libertad para cantar las verdades por medio de la parodia y de la franqueza de su humor, influyendo así sutilmente en la toma de decisiones y en la política cortesana.
Es indudable que la influencia de la forma teatral italiana de la commedia dell'arte, que se desarrolló en la Edad Media, se dejó sentir en todo el teatro europeo. En Francia el arlecchino vestido con ropa hecha de retales inspiró el arlequín con traje de rombos (cuyas versiones inglesas son (harlequin y punch), mientras que el soñador Pedrolino dio lugar al Pierrot de cara blanca. En el teatro isabelino de Shakespeare había bufones que recitaban comentarios maliciosos sobre la sociedad de la época. Un actor, acróbata e intérprete victoriano de pantominas, el inglés Joseph Grimaldi, dejó un legado tan duradero que actualmente en inglés se llama "Joeys" a los clowns.
El clásico circo americano de tres pistas nació en Londres a mediados del siglo XVIII, con la arriesgada exhibición de un jinete que cabalgaba alrededor de una pista circular. La popularidad de ese número inspiró su versión cómica, que recibió el nombre de "Billy Buttons"
o "Tailor's Ride to Brendford", en que un torpe sastre que intenta llegar a caballo a unas elecciones pasa más tiempo cayéndose de su cabalgadura que encima de ella.
El atuendo del clown estaba influido por el arlequín tal como Grimaldi lo determinó. De los bolsillos de sus desmesurados pantalones surgían objetos inverosímiles, y el sombrero puntiagudo le servía de peonza o para hacer puntería con anillas lanzadas desde lejos, mientras que estrafalarias pelucas contribuían a acentuar su aspecto cómico. Los clowns acrobáticos vestían ropa ajustada en sus números, siguiendo el aspecto y el estilo de los bufones cortesanos medievales. Pero fueran como fuesen sus ropas, compartían siempre determinados elementos identificadores: colorido y adornos exagerados, cintas chillonas, trajes de lunares, aparatosas gorgueras, enormes pajaritas y zapatos flexibles, todo ello acentuado por la intensa luz de los proyectores de la carpa principal.
Las pantomimas francesas, que seguían la tradición de Gines (actor a cara descubierta y vestido de blanco que era a su vez una variedad del mimo Pierrot), introdujeron sus destacados personajes cómicos de cara enharinada. Inicialmente ese efecto se lograba aplicando una sencilla pasta de harina y, más adelante, antes de la invención del maquillaje, con una mezcla de óxido de zinc, manteca y una tintura irritante de benzoína. Las mejillas coloradas del palurdo teatral inglés fueron estilizadas por Grimaldi, que las convirtió en círculos o triángulos perfectamente perfilados.
El clásico circo americano de tres pistas nació en Londres a mediados del siglo XVIII, con la arriesgada exhibición de un jinete que cabalgaba alrededor de una pista circular. La popularidad de ese número inspiró su versión cómica, que recibió el nombre de "Billy Buttons"
o "Tailor's Ride to Brendford", en que un torpe sastre que intenta llegar a caballo a unas elecciones pasa más tiempo cayéndose de su cabalgadura que encima de ella.
El atuendo del clown estaba influido por el arlequín tal como Grimaldi lo determinó. De los bolsillos de sus desmesurados pantalones surgían objetos inverosímiles, y el sombrero puntiagudo le servía de peonza o para hacer puntería con anillas lanzadas desde lejos, mientras que estrafalarias pelucas contribuían a acentuar su aspecto cómico. Los clowns acrobáticos vestían ropa ajustada en sus números, siguiendo el aspecto y el estilo de los bufones cortesanos medievales. Pero fueran como fuesen sus ropas, compartían siempre determinados elementos identificadores: colorido y adornos exagerados, cintas chillonas, trajes de lunares, aparatosas gorgueras, enormes pajaritas y zapatos flexibles, todo ello acentuado por la intensa luz de los proyectores de la carpa principal.
Las pantomimas francesas, que seguían la tradición de Gines (actor a cara descubierta y vestido de blanco que era a su vez una variedad del mimo Pierrot), introdujeron sus destacados personajes cómicos de cara enharinada. Inicialmente ese efecto se lograba aplicando una sencilla pasta de harina y, más adelante, antes de la invención del maquillaje, con una mezcla de óxido de zinc, manteca y una tintura irritante de benzoína. Las mejillas coloradas del palurdo teatral inglés fueron estilizadas por Grimaldi, que las convirtió en círculos o triángulos perfectamente perfilados.
En Alemania el payaso Auguste, nombre procedente de una palabra berlinesa que significa "bobo, estúpido" o de un intérprete de una familia circense muy conocida así llamado, acentuaba lo grotesco de su ropa y su maquillaje con una nariz postiza, una enorme boca roja, pantalones cortos y un sombrero diminuto que le daban un aspecto aún más estrafalario. El payaso que le servía de contraste, el clown de cara blanca, interpretaba al personaje altivo y pomposo que daba las órdenes, mientras que el Auguste se convertía en la personificación del enredo y el desorden. Estúpido pero ingenioso, no comprendía qué se le pedía y sufría humillaciones como que lo empaparan de agua o lo embadurnaran de pastel, pese a lo cual siempre salía triunfante. Todas las culturas mayoritarias parecen haber asimilado de un modo u otro la rica tradición europea del clown; es el caso de Rusia, Polonia e incluso México, que tiene su payaso particular.
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